El Campamento de Minotauro.


Una mañana despertó y encontró materializado en letras el sueño que la imaginación le había regalado apenas un día antes.

Estaba en una de las páginas del periódico de ese día, en la sección de avisos clasificados, y era un pequeño anuncio (perdido entre tantos otros) que decía así:


El aviso apareció publicado durante los tres días que conforman un fin de semana, y aunque en los días subsiguientes no hubo respuesta alguna, Minotauro (que con ese seudónimo decidió firmar el anuncio); siguió con sus planes; y aunque se moría de miedo, la ausencia de llamadas al teléfono celular que publicó para contacto; era tal vez la clara muestra de que ya no existían soñadores en el mundo, ni tampoco en la ciudad...

Tal vez era un iluso y ya sólo existía gente realista y desconfiada; pero Minotauro, si algo había aprendido con los años era, que nunca se debe dejar de lado un sueño o plan; sin importar que tan desastroso sea el resultado.

Más que por precaución, para no correr el riesgo a que lo tacharan de loco, no comentó con nadie su idea...

En el transcurso de la semana hizo los preparativos necesarios, compró todas las cosas que necesitaba, y cuando el día señalado en el calendario llegó, poco antes de que el sol se despidiera, él arribó cargado de cosas al lugar que eligió como punto de encuentro.

Se sentía nervioso, porque aquello era similar a como si fuera la cita más importante de su vida. Quería tener todo listo; así que desde muy temprano armó la tienda de campaña, colocó la leña para la fogata; llenó el interior de la casa sólo con objetos significativos y esenciales; para luego, sentarse a esperar.

Aquella noche no pasó nada. No hubo respuesta a su llamado y nadie acudió tampoco a su encuentro. Minotauro tenía una leve esperanza de que alguien llegara de pronto, sin previo aviso; y al ver que no sucedió así, tampoco se entristeció; puesto que desde un principio sabía que eso podía ser una posibilidad.

"A veces las cosas no salen como uno las planea, ni tampoco la vida te da exactamente lo que esperas"... 

Bajo esa premisa materializada en letras, comenzó a escribir sentado al pie de la tienda de campaña, y la madrugada lo sorprendió contando su sueño con tinta color azul, sobre una libreta de hojas amarillas.
No supo en que momento fue, pero se quedó completamente dormido. Entonces tuvo un sueño muy extraño; pues fue como si a miles de kilómetros de distancia; Minotauro hubiera podido tener la capacidad para escuchar y ver los pensamientos de las personas, al momento de leer su anuncio.  

La primer imagen que vio, fue la de una anciana, que junto a la ventana de su casa, con el periódico en su regazo, encerraba en un círculo hecho con un marcador de color rojo, el aviso que Minotauro había publicado. Ella llevaba mucho tiempo buscando una persona con quien hablar. Alguien a quien pudiera contarle todo cuanto había vivido y visto en otro tiempo; pero sus piernas ya no tenían fuerza y le impedían volver a recorrer nuevos caminos; así que con la imagen de la tristeza reflejada en sus ojos; Minotauro se alejó de ahí.

Lo último que él hubiera querido era provocarle dolor a alguien; y con ese sentimiento entripado en las entrañas; lo siguiente que vio fue a una chava prostituta marcando su número telefónico, y hasta un hombre escort. La primera porque malinterpretó el anuncio y pensó que el aviso del periódico era una solicitud de sexo por dinero disfrazada; y el escort, porque estaba seguro que tras un seudónimo de ese tipo, se escondía un hombre homosexual.

Minotauro estaba sorprendido... La verdad él no estaba buscando amor, -mucho menos de esa forma- pues tampoco era de los que creían que aquella  podía ser una forma práctica e infalible de resolver una carencia de ese tipo.
Lo que más le asombró, fue el hecho de comprobar como las personas carecían ya de la capacidad para abrir su corazón y podían interpretar de forma distorsionada, la propuesta de alguien que sólo tuvo desde un principio como intención, encontrar alguien que como él quisiera hacer algo distinto, para invitarlo por una sola madrugada a soñar.

Pero aún no lo había visto todo... Él nunca lo sabría ya, pero a la única persona que si le vibró el corazón con su idea; jamás se atrevió a llamarlo por miedo. Al final del sueño, hasta el campamento instalado en un parque de fin de semana, sólo llegó un hombre que pensó que aquella había sido una buena estrategia para poder vender de una manera novedosa la tienda de campaña.

Minotauro le hizo ver que estaba en un error, pero aquel hombre seguía enfrascado en su idea, mientras más le explicaba, más le insistía en comprarle todo su equipo de campamento y por más que le dijo y le hizo ver que aquel no era un anuncio para poner cosas en venta, el hombre más obstinado se mostraba; y a él por su parte, la paciencia se le agotaba; entonces la desesperación, comenzó a apoderarse de él.

En ese instante despertó; y una sensación extraña se albergó en su pecho. Por primera vez se cuestionó si habría hecho lo correcto; y en eso estaba, cuando a través de la ventana de la tienda de campaña, visualizó la sombra de alguien que se encontraba en el exterior.

De inmediato se incorporó y salió a averiguar de quién se trataba. Debía ser ya muy tarde, porque la oscuridad lo envolvía todo; y lo único que pudo percibir fue la sombra de un hombre (que no podía definir si era joven o era viejo); puesto que en medio de la penumbra no eran visibles sus rasgos; tan sólo las dimensiones de su silueta; envuelta por ropajes largos.

En cuanto Minotauro salió; aquel extraño lo saludó; y lo invitó a tomar asiento junto a él, mientras al mismo tiempo le extendía la mano para ofrecerle una taza con chocolate caliente.

Luego de presentarse, lo primero que hizo fue disculparse por el atrevimiento de haber tomado parte de sus alimentos, y haber decidido quedarse un rato ahí para descansar.

Fue muy extraño, porque a pesar de que no lo conocía y mucho menos podía verlo; Minotauro jamás se sintió incómodo ante su presencia; además de que había algo en el tono de su voz que lo llevaba a sentirlo como alguien a quien conociera de hacía tiempo; y con quien en algún punto del camino; se volvió a reencontrar.

Tal y como si hubiera escuchado en voz alta lo que Minotauro pensaba; aquel desconocido, tras presentarse como un aprendiz viajero; le hizo saber que él también creía en aquella teoría de que ningún encuentro es mera casualidad. Sorprendido con esa revelación; y una vez ya ganada su confianza, ambos empezaron a conversar.

Minotauro le contó del absurdo plan que en esa madrugada lo llevó hasta ese lugar; y hasta le reveló que su idea había sido como una especie de alternativa de escape a la realidad, inspirada en un viejo cuento de Borges; del cual tomó también el nombre de ese extraño personaje mitológico, tras el cual ocultó su verdadera identidad...

No necesitó decirlo, pero el aprendiz viajero se dio cuenta que Minotauro a veces se sentía como en el laberinto que se mencionaba dentro de aquel cuento; pero consciente de que en el presente uno debe de concentrarse sólo en el instante que está viviendo, aquel desconocido se propuso -sin decirlo- regalarle su tiempo y atención de una manera especial.

Aquella madrugada no hicieron falta los libros con historias fantásticas; mezcladas con el aroma a antiguo entre sus páginas, y que Minotauro llevaba resguardados en una vieja mochila de lona. Tampoco sonaron las cuerdas de su guitarra; que se quedó recostada toda la noche, sobre hojas secas y amarillas de otoño; ni tampoco el calor emanado de una hoguera que muchas horas atrás se consumió.

Con la simple luz de las estrellas infestando el cielo; el viajero le contó su maravillosa e increíble historia... Le habló de los lugares que había visitado, las cosas más impresionantes que había visto... Le dijo también que 100 años antes, él había pasado por ese mismo lugar donde ahora él buscaba alguien a quien abrirle su corazón; y en esa ocasión, encontró a una mujer escribiendo un cuento de un fauno que por amor decidió convertirse en humano.

Le contó además lo que vio una vez en un país lejano a donde viajó. En esa ocasión; se detuvo un momento en el camino para regalarle un poco de fe a un hombre que descubrió en una plaza con el alma resquebrajada y los puños adoloridos por haber apretado durante tanto tiempo el vacío.

Aquel extraño no era un asceta, ni tampoco un iluminado. pero tanto tiempo en los caminos, observando tantas cosas; le permitieron aprender que nada, (ni siquiera los pensamientos ni las emociones), son permanentes y se pierde mucho tiempo y vida en ello.

Sin planearlo aquella madrugada se convirtió en lo que Minotauro necesitaba. Nunca fue su intención hacerlo, tampoco pretendió nunca enseñarle nada... Él tan sólo paso por ahí y al buscar un lugar para descansar y pasar la noche; sin quererlo se convirtió en acompañante soñador, que ni un aviso clasificado le pudo dar.

El tiempo también es impermanente; así que la madrugada se esfumó como gotas de agua entre las manos. Aquella noche Minotauro abrió su corazón y lo último que recordaba era que bajo la tenue luz de cientos de estrellas;  volvió a conversar como quizá no lo hizo en mucho tiempo.

Por la mañana el viajero ya no estaba... Entonces Minotauro dudó... Creyó que sólo había sido un sueño y en realidad nadie acudió nunca a su encuentro... Jamás pudo verlo, ni supo tampoco quién era aquel aprendiz extraño... Tal vez el destino le jugó una mala broma y durante aquella madrugada su propia imaginación fabricó como si fuera un Tulpa, lo que quería ver...

Lo cierto era que con la luz del día, afuera de la tienda de campaña, al lado de las cenizas de la fogata que muchas horas antes se consumió; estaban un par de tazas con los residuos de cacao todavía humedecidos e intactos. Minotauro se acercó un poco más para levantarlas, y entonces sus mirada tropezó con la imagen de una hoja suelta que reconoció como parte de su libreta amarilla.

El papel había sido arrancado y ahora permanecía aprisionado con una piedra (para evitar que el viento se lo llevara), entonces, supo que había en ella un mensaje escrito que cuando retiró la roca descubrió: 
"Todo cuanto necesitas lo llevas dentro de ti mismo... Pero nunca olvides que también siempre hay que soltar algo para tener la mano abierta y así poder recibir lo que la vida te da".


El mensaje era demasiado claro... Entonces Minotauro repitió para si mismo en voz baja: "A veces las cosas no salen como las planeas"... Pero lo cierto fue, que para bien o para mal él recibió una respuesta. Pensando en todo esto, en su rostro se dibujó una sonrisa... Luego, se fue de ahí. 
* Tributo literario al cuento: "La Casa de Asterión"
Autor: Jorge Luis Borges
Libro: "El Aleph" (1949)

Comentarios

Anónimo dijo…
:O

que bonitoo

me recordo un anuncio del periodico de un señor que buscaba esposa

e___e

Cuidate mucho

byE
Es verdad eso de que las cosas no salen como las planeas, a veces pueden no resultar, y otras veces pueden ser mejores aún.
Creo que la reacción de la gente que leyó el aviso y por diferentes razones no quisieron ir son bastante lógicas, no todos mandan un aviso así, y no todos están dispuestos a responder, sólo es capaz de darse un encuentro así como lo que ocurrió, alguien llegó por casualidad o no, y se quiso quedar a compartir un momento especial, si fue un sueño la carta lo hizo realidad, y si de verdad ocurrió fue una experiencia increíble para el Minotauro soñador.

Linda historia!

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