El Atrapador de El Duende Cazador de Sueños...


...Otra vez: había un Duende Cazador de Sueños...

La última vez que entre estas páginas sueltas él apareció, supimos que se quedó a vivir de manera permanente en un parque solitario, lugar donde intentaba atrapar adentro de un frasco de cristal, la esencia de los sueños más hermosos que encontraba en los pensamientos de todas las personas que pasaban por ahí.

Durante un buen lapso de tiempo logró llenar ese recipiente frágil, transparente y con tapadera (que tan celosamente guardaba); con los colores de las fantasías más increíbles de los niños que durante el verano jugaban en ese lugar por las tardes.

Dentro de su frasco, los sueños de los pequeños eran los de colores más brillantes, y por ende, los que a él más le gustaban...Él no lo sabía explicar bien a ciencia cierta, pero tal vez eso se debía a que del modo más simple, eran los humanos más pequeños quienes a través de la transparencia de su alma, lo podían ver.

Esa fue la razón por la que El Duende Cazador de Sueños decidió quedarse de forma permanente en ese parque, pero conforme pasó el tiempo cada vez era más difícil encontrar sueños... Los niños ya no jugaban a imaginar como antes, caminaban como autómatas conectados a algunos pequeños artefactos de pantalla luminosa, y para cuando la naturaleza despojó a los árboles de su follaje, (transformándolo en una gran alfombra amarilla), ninguno de ellos, ni por equivocación pasaba por ahí.

A la par de su frasco que con el paso del tiempo se fue quedando vacío, El Duende Cazador de Sueños se fue quedando sin ilusiones. Pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo entre las ramas de un árbol de copa ancha, eso si, sin soltar nunca su frasco que era cada vez más transparente que el viento.

Decidido estaba a dejar morir por completo su magia y sus emociones, y quizá hubiera sido así, hasta el día en que sumido en una de esas siestas interminables, la tapa rosca de su frasco cayó al suelo y las hijas invisibles del Sr. Viento comenzaron a jugar con ella, haciéndola rodar varias veces y mucho más lejos de lo que normalmente hubiera podido caer.

Con el corazón casi en la garganta y alarmado, de un salto bajó del árbol, totalmente dispuesto a no perder ese pequeño trozo redondeado que resguardaba todo eso que El Duende más atesoraba. Corrió y corrió porque sabía que si la perdía de vista, corría el riesgo de no recuperarla jamás.

Tras varios minutos en que las hijas del viento lo trajeron de un lado hacia otro, finalmente se aburrieron y él pudo recuperar su tan preciada tapa; pero cuando lo hizo y una vez que ya la tuvo en sus manos, al mirar a su alrededor cayó en la cuenta de que estaba mucho muy lejos ya del parque que desde hacía más de 300 años había sido su hogar.

La verdad sintió miedo... No tenía ni la menor idea de en dónde se encontraba, pero respiró profundo e intentó tranquilizarse, al tiempo que sacó de su polvoriento y despintado traje, el famoso frasco que siempre llevaba consigo como recipiente de ilusiones, para colocarle la tapa de metal color dorado una vez más.

En eso estaba cuando se dio cuenta que el frasco no estaba vacío. En su interior reposaba un vapor brillante y colorido... ¡Era un sueño! que justo ahí, en ese punto acababa de caer...

El Duende Cazador de Sueños no podía creerlo... 700 lunas y 200 soles marcados en el tronco de un viejo sauce del parque donde vivía, esperando un sólo día como ese, y fue donde menos lo esperaba que fue a encontrar eso tan especial que justificaba su estadía en el mundo real y no de la fantasía.

Colocó la tapa con sumo cuidado para resguardar ese que representaba el primer sueño que había visto en mucho tiempo y lleno de curiosidad miró a su alrededor para averiguar de donde provenía... Cuando sus ojos de brillantes destellos se enfocaron hacia el fondo de la calle, descubrió a un muchacho que llevaba una guitarra colgando de la espalda y de la misma pendía un extraño artefacto hecho a base de plumas y una especie de tela semejante a la que los pescadores utilizan en el mar.

Ahí se dio cuenta de donde provenía ese sueño, que al observarlo dentro del frasco y a contraluz, se dio cuenta que se trataba de una hermosa canción que aún no había nacido... Era un sueño tan frágil, que quizá por eso a aquel joven se le había caído...

Las revelaciones suelen darse en el lapso de un instante... Y así fue como de golpe regresó para ese pequeño personaje atrapado entre el mundo irreal y el de la fantasía, todo el entusiasmo y sus ganas de vivir.

Hizo a un lado el miedo, y aunque perdió de vista al muchacho de la guitarra; adentrándose entre calles, descubrió en muchas puertas y ventanas artefactos parecidos al que pendía de la guitarra y atrapados en ellos los más hermosos sueños y pensamientos de toda la gente que a diario salía a trabajar, y a la par de vivir inmersos en la realidad y sus problemas, al llegar a casa soñaban (dormidos o despiertos), los más maravillosos sueños.

Durante toda su vida, El Duende se enfocó únicamente a recolectar los sueños que provenían del alma y la imaginación de los niños pequeños; pero bastó con un pequeño recorrido ese día, para darse cuenta que a pesar de que el mundo real era un lugar hóstil muchas veces, existían personas en todas partes que suspiraban y tenían sueños a la par de afrontar problemas y salir a trabajar.

Así fue como su frasco volvió a llenarse de letras de canciones aún no creadas, de las ganas de aprender de alguien desconocido, de sonrisas e instantes perfectos que fue recolectando en ventanas, calles e instantes perfectos... Su recorrido por la ciudad era tan prolongado como intenso que perdió la noción acerca de cuánto tiempo pasó caminando entre la gente recolectando los sueños que se desbordaban de aquel artefacto extraño que un día descubrió llevaba el nombre de "Atrapador de Sueños"...

Juraría que aún caminaba por las calles... Pero apareció de pronto dormitando entre las ramas de su árbol favorito... Desconcertado, su primer impulso fue echar un vistazo al frasco con tapa que seguía repleto de ensoñaciones hermosas; y no sabía si había sido verdadero o no, pero tampoco quiso cuestionarse mucho... Volvió a dormirse, puesto que en el cielo todavía había estrellas y aunque faltaba todavía para que amaneciera, El Duende sabía ahora que por más que el mundo real fuera difícil y estuviera de cabeza, mientras existiera en algún punto o rincón alguien que soñara, no todo estaba perdido ya. 

"Quizá en tu mente y en tu cuerpo no haya otra cosa que paz mientras te deslizas hacia el sueño".

Comentarios

Anónimo dijo…
Martuchis!!!

Buena historia, yo tengo unos aretes de atrapasueños, no soy muy de creer en esas cosas o tenerlos por supersticion pero son muy bonitos.

En muchas ocasiones he querido hacer como proyecto personal el escribir los sueños o logros y todas esas cosas pero no se me da, prefiero guardarlos en la memoria o hacer como que se olvidan y luego encontrarlos otra vez. Tal vez un duende atrapasueños me vendría bien de vez en cuando

Saludos!!

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